LOS INESCRUTABLES CAMINOS DE LA FUERZA: CAPÍTULO FINAL 5 «El nacimiento de la Inquisición de la Fuerza»


Hola a todos amigos de esta galaxia muy lejana. Hoy como prometimos,
volvemos con el quinto y último episodio de la serie “Los inescrutables caminos de la Fuerza”, de nuestro amigo David Quesada, titulado «El nacimiento de la Inquisición de la Fuerza».Hoy conoceremos el desenlace de esta saga… aunque su autor nos promete volver con más historias sobre nuestra galaxia favorita.

Para los que os perdisteis el primer episodio, pincha aquí. 


Sobre el autor: David Quesada es aparte de gran aficionado a Star Wars, coreógrafo de esgrima medieval, cosplayer del lado oscuro,y ha escrito
«Crónicas de Goriem: Legado de sangre», «Pandemia A.V». y
«La pluma de los sueños» entre otras. Traerá más aventuras basadas en
nuestra saga favorita, si queréis mandarle alguna pregunta, comenta este post o
puedes enviarle un mail.

CAPITULO V
El nacimiento de
la
Inquisición de
la Fuerza

            Ocho años sucedieron desde que Sylas
fue expulsado de la Orden Jedi. El tiempo pasó de una manera vertiginosa pues
en apenas se tomó un leve respiro. Desde la decepción de haber sido repudiado
por Adaresc se dedicó a viajar por toda la Galaxia buscando portadores de la
Fuerza. Pasó dos años sin descanso, visitando todos y cada uno de los planetas
en los que percibía una leve presencia de la Fuerza. En muchas ocasiones su
búsqueda fue una gran pérdida de tiempo pero tras mucho sacrificio y paciencia,
consiguió reunir un grupo selecto de siete jóvenes con el don de la Fuerza
aletargado en su interior. Eran razas diferentes, machos y hembras, algunos no
hablaban el común, pero aquello le era totalmente insignificante a Sylas. Sus
apreciados pupilos eran una arcona llamada Uss, un wookie cuyo nombre era tan
extraño que Sylas decidió llamarlo Morey, el cereano, algo orgulloso y
testarudo quien se hacía llamar Súbitas, una togruta de carácter complicado llamada
Arrgaxcena, un noghri quien nunca dijo su nombre, por lo que Sylas le apodó
Bruto, la única humana se llamaba Cassandra y era tan callada que inquietaba y
por último el miembro que a todos les generó desconfianza y malestar; Mull Iz
Kaazack, la yuuzhan von que poco a poco se ganó la confianza de sus camaradas y
maestro.  Todos ellos eran sus alumnos,
los que sobrevivieron a la primera enseñanza; equilibrar su condición con la
oscuridad y la luz de la Fuerza. Era cierto que Sylas gozaba de poca paciencia
y poco tiempo, por lo que las doctrinas que enseñaba a quienes elegía eran
estrictas y radicales. Hubo tres alumnos más, pero éstos se dejaron devorar por
el lado oscuro y se vio obligado a matarlos. No podía permitirse el crear más
acólitos de los Sith cuando su principal función iba a ser combatirlos, sino a
todos por lo menos a uno de ellos por lo que en un futuro no muy lejano otros
Sith quisiesen darle caza. Fueron seis fugaces años en los que apenas dormía
cinco horas diarias, no permitiendo a sus pupilos tampoco descansar más. Se
auto imponía un severo entrenamiento, mismo entrenamiento que después impartía
a sus seguidores. Sylas meditaba sobre todo ello, ordenando sus recuerdos, sus
enseñanzas y todo lo aprendido. Su torso desnudo estaba bañado por el rocío
matutino mientras Cirius se alzaba perezosamente entre las montañas bañando
todo con su luz poco a poco. Amanecía un nuevo día en el que se exigiría más y
entrenaría con mayor ahínco.  Giró la
cabeza a un lado y luego al otro estirando los músculos, respiró profundamente
y luego abrió los ojos. Se sentía extraño. El momento de meditación sobre el
pico más alto de todo Caamas era un ritual que llevaba practicando desde hacía
cuatro años. Como siempre, tras ponerse en pie dirigió la mirada hacia la
espesura del noreste, donde la escuela de su padre se encontraba escondida no
pudiendo evitar una punzada en su corazón, una herida que supuraba a partes
iguales tristeza e ira. Luego miró al cielo, abrió los brazos y su cuerpo se
convirtió en una forma luminosa que pronto desapareció, recomponiéndose y
devolviéndolo a su forma física original dentro del campamento, a cuatrocientos
kilómetros de donde estaba meditando.
            —Ya
era hora
—recriminó con voz gutural Mull Iz Kaazack, preparada con su
bastón, mientras asaba al fuego un mono Pecriliano recién cazado—. Pensé que le pasaría como ayer y se
quedaría sin desayunar, maestro.
            No dos días, Mull —sonrió apoyando su mano sobre la hombrera
estriada de ella—. El resto está
entrenando ya
—afirmó agudizando el oído, escuchando gritos, movimiento y
el eco de armas de madera golpearse entre sí.
            —Si
se calienta antes del desayuno, mejor estaremos para cuando nos instruya. Como
siempre nos ha dicho “adaptarse y evolucionar es el mejor arma en cualquier
contienda de la vida”
            Aprendéis tan rápido que ya no sé que más enseñaros.
            La manipulación de la Fuerza, maestro. Sois nuestro mayor referente y
todavía nos queda mucho hasta poder igualar vuestro nivel. En combate
—Mull
Iz Kaazack sonrió dedicando una desafiante mirada—, incluso diría que casi ya os puedo derrotar.
            Eso lo veremos luego, Mull —respondió devolviéndole el gesto—. Voy a avisar al resto, procura tener el
mono preparado, hoy quiero que nos pongamos pronto al entrenamiento sobre el
uso de la Fuerza.
            Estará listo, maestro.
Sylas
avanzó por la espesura hasta llegar a la cercana cueva donde se encontraban el
resto de alumnos. Era un lugar hermoso y amplio, de alto techo repleto de
estalactitas y en cuyo centro se encontraba un reluciente lago donde nadaban
diversas especies de peces luminiscentes. Sigiloso se acercó donde luchaban sus
alumnos. Los observó advirtiendo que estaban ejercitando el trabajo en equipo;
habían hecho dos grupos de tres integrantes cada uno, como él les enseñó. La
gracilidad de movimiento y coordinación entre ellos era extraordinaria. Sylas
estaba orgulloso de cada uno de ellos. Alcanzó una roca y, haciendo uso de la
Fuerza, separó cuatro estalactitas del techo. Arrojó la piedra sobre Cassandra
y rápidamente Arrgaxcena se giró y la paró con la mano. Bruto, el noghri, gruñó
y descargó su tosco mazo sobre Cassandra aprovechando la oportunidad, a lo que
Morey se interpuso desviando el golpe con su lanza. Las estalactitas fueron
directas a por Uss y Súbitas. La arconta, inmersa en la acción no se percató de
las estalactitas pero su compañero se percató rápidamente del furtivo ataque,
sin apenas dedicar una fugaz mirada, abrió las manos y descargó una ola de
tormento convirtiéndolas rápidamente en polvo. Los dos equipos, conscientes de
que estaban siendo atacados por igual, se agruparon, formando un círculo
protegiéndose las espaldas, buscando a quien les había atacado. Sylas desde las
sombras aplaudió.
            —Vuestra
percepción del medio aún se necesita refinar
—afirmó saliendo de su
escondite provocando que sus alumnos se relajaran—, pero reaccionáis con gran habilidad ante lo inesperado.
Los
seis se pusieron de rodillas cuando Sylas llegó hasta donde estaban entrenando.
            —Incorporaos,
el desayuno está listo y tenemos un día ajetreado, os lo puedo asegurar. Por
cierto
—Sylas tocó con uno de los extremos de su vara a Súbitas llamándole
la atención—, Súbitas, te felicito por el
control que has demostrado con la descarga. Al final hemos conseguido que
puedas moldear la electricidad a tu voluntad.
            Urgabalx, nic tucrat —dijo este en su idioma, agradeciéndole la
felicitación.
            —Maestro
Sylas, si nosotros, al igual que los Jedi y los Sith somos usuarios de la
Fuerza
—empezó a decir con su aterciopelada voz Arrgaxcena mientras
caminaban al lado de su maestro—, ¿no
deberíamos también tener armas láser?
            Todo a su debido tiempo, Arrgaxcena —respondió Sylas— Hace mucho tiempo que el yacimiento de
adegan en Dantooine escasea de éstos y son muchos los Jedis y los Sith que van
allí en busca de uno. Por el momento no quiero que nos embarquemos en una
búsqueda que puede esperar.
            Uuuuuurrg, aaaarrrh, iaaaaarg —afirmó Morey el wookie.
            —Morey
tiene razón, yo también escuché hace tiempo historias sobre una cueva de
cristales adegan en Ando Prime, puede que esté bien aventurarnos a buscar por
allí
—incluyó Cassandra a la frase de Morey.
            —Por
el momento concentraos en vuestro control y maniobras con el poder de la Fuerza
—dijo Sylas alzando las manos, poniéndose delante de ellos, procurando
calmar las ansias por conseguir armas laser—,
tanto del lado oscuro como de la luz, y luego ya veremos si os enseño a forjar
vuestro propio sable.
            Pero, maestro ¿y si hay lucha contra un Sith? —preguntó Uss
mirándolo con sus grandes ojos negros.
            —Para
eso, en un principio estaré yo. No obstante
—Sylas detuvo la marcha—. Nuestro camino es mayor que el de los Sith
y los Jedi, enfrentaros a ellos sin un arma láser no será motivo para evitar la
confrontación. Gozáis del control de las dos vertientes de la Fuerza y eso es
una ventaja mucho mayor que un sable láser.
            Por supuesto, maestro. La Fuerza dual siempre armas más para poder
enfrentar a una sola de partes de la Fuerza
—siseó Uss inclinando la cabeza—. Pero nos enseñas que ser armados con
espada láser es símbolo de ser un caballero formado y nos mucha curiosidad de
si ser dignos de honor.
            Por eso tanta pregunta sobre el sable laser —asintió enarcando una
ceja Sylas mientras sonreía y observaba a sus alumnos—. Cuando seáis completos caballeros de la Dualidad, con o sin sable, os
lo haré saber
—concluyó retomando la marcha hasta el campamento.
Caminaron
en silencio hasta llegar donde les aguardaba Mull con la carne ya asada, cada
uno cogió un pedazo y comió en silencio hasta que Sylas se limpió la boca y
anunció que el desayuno había concluido. Mull frunció el entrecejo desprovisto
de cejas y miró a su maestro, quien también percibió algo extraño.
            —Mientras
meditaba sentí algo diferente, no estaba seguro de lo que era, evidentemente porque
aún no se encontraban dentro del planeta.
            Una perturbancia —dijo Uss.
            —Se
dice perturbación
—le corrigió Cassandra.
            Comm ont Serdarast, non sas na sor.
            En efecto,
Súbitas, alguien ha llegado, alguien del lado oscuro
—afirmó Sylas
conteniendo el odio en sus palabras—, y
conozco muy bien esa presencia
—Sylas desenfundó sus dos sables usando la
Fuerza y los ensambló antes de asirlos—.
Hoy será vuestra prueba de fuego, os enfrentareis a enemigos reales, ningún
simulacro, a vida o muerte.
            Bur gaaaaaarh, naaaaar.
            —afirmó Uss asintiendo con la cabeza efusivamente—, como dice Morey, nos esperaba esta
oportunadad de una vez.
            La lanzadera tomó tierra y de su
interior salieron un total de doce soldados que tomaron posiciones asegurando
el área antes de que lord Gárgatus descendiera por la pasarla. Veinte metros a
su derecha otra lanzadera descargaba otra quincena de soldados que se
adelantaron y parapetaron tras los pequeños muros de piedra húmeda y colmada
por musgo. Gárgatus miró al frente, al estrecho puente de piedra que comunicaba
el acantilado colmado de vegetación donde se encontraban con la entrada a lo
que parecía una pequeña cueva.
            —Podrás
morir con la satisfacción de que esta vez te has adelantado…
—dijo con
sorna caminando desafiante hasta el centro del puente donde le esperaba Adaresc
con su sable de luz preparado—… al menos
un minuto antes de que irrumpa en tu patética escuela
—armando su  mano derecha con una de las espadas señaló a
su derecha, donde un Tai VX 9 se mantenía suspendido sobre ellos—. Además de éste y el de mi izquierda hay
dos más. Intenta escapar del duelo y serás un trozo de carne chamuscada antes
de que puedas ni tan siquiera parpadear, Jedi
            Triste es el lado oscuro, que con todo el arsenal que ha traído precisa
del melodrama cuando con sus naves podría borrarnos de la faz del planeta
—Adaresc
agitó la espada y dio dos zancadas y un giro para descargar un corte diagonal
sobre el cuello de Gárgatus quien detuvo el golpe y sostuvo el contacto de sus
dos hojas purpuras con la verde de él. Los sables chisporroteaban con fervor—. No te temo y no huiré de ti, de eso puedes
estar seguro, Sith.
            Sí, puedo destruirte con un sencillo bombardeo orbital desde el
destructor que comando
—afirmó con prepotencia empujándole, atacando
primero con su espada derecha y luego con la izquierda. El Jedi paró el primer
golpe y saltando atrás esquivó el segundo—.
Aplastaros como insectos no tiene la misma gracia que desafiar el absurdo honor
Jedi al que los maestros os aferráis, y por el que estáis dispuestos a morir
incluso sabiendo que no tenéis la menor de las posibilidades
—Gárgatus
detuvo el golpe horizontal de Adaresc dando medio paso al frente, usando la
nudillera de metal maldoriano, trazó un corte a la rodilla del Jedi y Adaresc saltó
girando propinando otro golpe horizontal por el lado contrario a lo que
Gárgatus bloqueó con su sable derecho, envolvió la hoja de éste desviándola y
estocó con ambas espadas, una dirigida a la garganta y la otra al pecho. El
maestro Jedi se sirvió de un paso atrás acompañado por un movimiento de cadera
para evitar que le perforara la tráquea al mismo tiempo que repelía la estocada
al corazón. Gárgatus  carcajeó viendo
que, pese a las florituras de su adversario consiguió herir el pecho de éste—. Sabes que morirás enfrentándote a mí, pero
te doy mi palabra de que si me matas mis hombres te dejarán y entonces luchas
por la mínima esperanza de que consigas acabar conmigo. Los Jedis sois un
chiste tan malo que dais pena.
Adaresc
realizó un golpe seco sobre el sable diestro de su adversario, se agachó
esquivando el corte que Gárgatus realizó con el otro sable, apoyó las manos
sobre la fría piedra, giró sobre él mismo y pateó con ambos pies el estómago de
Gárgatus. Se alejó de él con tres agiles volteretas hacia atrás y recompuso su
guardia respirando agitadamente mientras su adversario comenzó a reirse.
            —¿Qué
os divierte tanto, lord Sith?
—preguntó Adaresc ante las carcajadas de lord
Gárgatus.
            —que
qué me divierte
—Gárgatus miró fijamente al Jedi, relajando su postura,
cruzando las hojas de sus sables por delante de sus piernas—, pues la sencilla pregunta de qué será
antes, la muerte de los cachorros Jedi o la tuya. Allí
—señaló con su sable
izquierdo por detrás de él, al soldado apostado en la pasarela de la nave en la
que él había llegado—, detrás de mí se
encuentra mi general. Si yo muriese, dará la orden de retirada a los soldados
que se encuentran apostados en las seis salidas secretas de tú refugio. Esos
soldados a su vez tienen una orden muy concreta; eliminar a todo lo que salga
de ésta montaña
—Gárgatus sonrió ampliamente—. El tiempo apremia para tus alumnos, maestro Jedi. Puede que consigas
derrotarme, pero ¿lo harás a tiempo?
            Es tan deprimente la necesidad que los Sith tenéis por querer intentar
la supremacía del lado oscuro sobre la luz… y tan fútil
—expresó Adaresc
sin mostrar la preocupación creciente en su interior.
            —¿Intentar?
No, maestro Jedi, confundes la terminología. No intento, demuestro lo
irrefutable. Destruir esta escuela y la de Anaria Danne y los Jedis finalmente
no seréis más que cenizas
—Gárgatus abrió la mano izquierda liberando
hebras de electricidad desde sus dedos. Adaresc controló el flujo de energía
con la hoja de su sable, temblando, luchando por mantener la posición, no perder
el equilibrio ni ser golpeado por las lenguas eléctricas.
            —Muchas
son las veces que lo habéis intentado 
acabar con la Orden pero…
—canalizando la Fuerza por todo su cuerpo
repelió los impulsos eléctricos del enemigo hasta disiparlos—… los caballeros Jedi siempre renacen de
entre las cenizas. Nunca acabaréis con nosotros.
   
Gárgatus
miró de soslayo un segundo antes de que una vara láser, se precipitara  sobre él girando vertiginosamente. Hizo
rebotar los haces azules de ésta contra las nudilleras de sus sables teniendo
que recular, dejando el talón derecho por fuera del puente de piedra, asomando
al abismo. Atendió a la trayectoria del arma, la cual siguió girando hasta
llegar a las manos de su dueño; Sylas.
            —Al
fin aparece mi gran decepción.
            ¡Ahora! —exclamó Adaresc y a la señal surgieron  de sus escondites doce Jedis, emboscando a
los soldados que se encontraban parapetados al otro lado del puente. La
confrontación comenzó casi al instante, los hombres de Gárgatus dispararon sin
piedad a los Jedis pero éstos conseguían bloquear y esquivar con gracia los
disparos de plasma.
            —Parece
que esperaras mi llegada para emboscar al enemigo
—afirmó Sylas sobre la
gruesa rama de un árbol que llegaba casi hasta la mitad del puente.
            —Esperaba
el momento adecuado
—respondió sin mostrar la alegría que le daba volver a
ver a su hijo—, nada tiene que ver tu
presencia, la cual no esperaba.
            Te he dado ocho años para que concluyeras tu prueba final y no has
hecho nada más que hacerte con un pequeño grupo de incompetentes
—afirmó
Gárgatus alzando la voz para que llegase hasta Sylas sobrepasando los sonidos
de la batalla.
            —¿Cómo
sabes eso?
—preguntó Sylas entrecerrando los ojos.
            —Porque
eres tan idiota como tu padre
—Gárgatus realizó un salto de casi dos metros
descargando sus dos sables sobre la cabeza de Adaresc, quien se cubrió
rápidamente pero, por la potencia del golpe 
tuvo que ponerse de rodillas, evitando caer de espalda—. Sabía que tu conciencia podría empujarte a
escapar cuando fuimos a por la regente de la otra escuela
—Gárgatus cortó
por el flanco derecho de Adaresc y éste detuvo el golpe usando la Fuerza para
luego empujarlo con la misma, obligándole a voltear en el aire y usar la Fuerza
evitando caer al precipicio bajo el puente—.
Eso ha estado cerca
—recompuso la guardia y dedicó una mirada de desprecio
a Sylas que justo acababa de saltar sobre el puente—. La lanzadera que me robaste llevaba un rastreador, he estado enviando
un miniscout todos los meses desde que partiste para monitorizar tus actividades
—Gárgatus cerró los ojos un momento, examiando a Sylas—. El lado oscuro ha menguado en tu interior… eres débil.
            Sí, voy a demostrarte lo débil que soy —sonrió con sombría
expresión Sylas dedicando una rápida mirada a la pasarela de la lanzadera,
donde se encontraba el general de Gárgatus. Frente a éste cayó Cassandra.
            —Ordenarás
a tus soldados retirarse de las salidas secretas de la montaña
—conminó
esta, pasando la mano lentamente por delante de los ojos del oficial.
            —Sí,
claro…
—el general pulsó el comunicador situado en su oreja— …tropas de asalto seis, doce, nueve, dos,
catorce y veinte, retirada inmediata
—ordenó este cual autómata.
            —¡Cuidado
señor!
—exclamó uno de los soldados disparando a Cassandra por la espalda,
pero el disparo de plasma fue redirigido a otro de los soldados.
            —Tiro
fallido, amigo
—afirmó Urss realizando un violento gesto con sus tres dedos
lanzando al soldado por el acantilado.
Bruto
cayó sobre un soldado golpeándole atrozmente con su maza a dos manos mientras
el resto de alumnos de Sylas comenzaron a aparecer acabando con gracilidad con
los soldados de Gárgatus.
            —Acabad
con todo lo que no esté en el puente
—comunicó Gárgatus por radio a los Tai
y las naves comenzaron a disparar sobre todo; Jedis, soldados o simpatizantes
de Sylas. Sus órdenes fueron muy precisas.
            —Es
el momento de acabar lo que empezó nueve años atrás
—afirmó Sylas andando
lentamente, girando su bastón, jugando con él—. Hoy, lord Gárgatus, serás destruido por el lado oscuro al que tanto
amas.
Sylas
separó el bastón dejando una de los sables atacar a Gárgatus por la espalda
mientras él ejecutaba cortes precisos y rápidos por el frente. Sylas miró de
soslayo cómo su padre abandonó el enfrentamiento, utilizando la Fuerza para
redirigir los blasters de los Tai provocando que se dispararan entre ellos.
            —¿Para
esto lo defiendes? No le importas
—dijo Gárgatus, agachándose esquivando un
corte a la nuca, giró y dio tres pasos atrás, usó la Fuerza para deshacerse del
sable que Sylas controlaba a su espalda, arrojándolo al otro lado del puente—. Siempre te dije que no usaras tanto la
Fuerza para hacer danzar un sable. Es una distracción para novatos, nada más
—Gárgatus
atacó sin piedad a su antiguo alumno. Primero a la cabeza, luego a un brazo, al
otro, a la pierna, al pecho y estocada. El muchacho bloqueó todos los ataques
con gran presteza—. Has estado entrenando
para este día, ¿verdad?
—dijo con desprecio.
            Desde el momento en el que me tomaste como pupilo, he estado entrenando
para este día
—Sylas asestó un cabezazo en la boca a Gárgatus y éste, tras
ser golpeado le contraatacó clavándole en la frente el pomo de su sable derecho
para luego cortar con ambas espadas el torso de Sylas. En un impresionante acto
reflejo Sylas sacudió el sable tirándose de espaldas al suelo consiguiendo
evitar ser cercenado por los lásers del enemigo.
            —¨Utiliza
lo inesperado”, ¿ya has olvidado mis enseñanzas?
—se pavoneó Gárgatus
apuntando con sus espadas a Sylas mientras éste se incorporaba comprobando el
estado de su sangrante frente y su pecho levemente lacerado—. Con la ayuda de tu padre es posible que
consiguierais derrotarme
—avanzó Gárgatus amenazándole con ambas armas—, pero era evidente que te repudiaría viendo
en lo que te he convertido.
            ¡Tú no me has convertido en nada! —Sylas abrió su mano izquierda
lanzando un potente rayo eléctrico, obligando a Gárgatus a saltar para no ser
alcanzado. La piedra del puente se quebró, agrietándose peligrosamente. Era una
pasarela de no más de un metro y medio de ancho y el daño que causó el ataque
de Sylas había debilitado la estructura.
            —Muy
bien, sabes canalizar la Oleada de Tormento en un torrente mucho más
concentrado. Pero eso, no es suficiente
—Gárgatús usó la Fuerza, desgajó
una parte del puente arrojándoselo a Sylas. El muchacho se lanzó sobre el
pedazo de piedra realizando amplios cortes con su sable de luz, consiguiendo
atravesar la piedra y caer frente a Gárgatus realizando un golpe diagonal que
consiguió alcanzar el brazo izquierdo de éste. Gárgatus  gruñó dejando caer sobre el puente el sable—. Has mejorado la velocidad y tu destreza —dijo
furioso, mirando con odio a Sylas—, pero
sin el poder completo de la oscuridad, sin volver al lado de la luz, eres un
pária de la Fuerza, ¡éste es el último golpe que asestarás!
Gárgatus  estocó con el sable derecho, Sylas apartó el
golpe y Gárgatus realizó una zancada larga, quedando a cuerpo a cuerpo,
agarrando las ropas de Sylas con la mano izquierda.
            —Este
es el poder de la oscuridad, mocoso
—dijo casi vomitando las palabras con
repudia, conduciendo un gran caudal de energía por la mano izquierda. La
electricidad empezó a recorrer el cuerpo de Sylas cuando éste cogió con ambas
manos la cabeza de Gárgatus— ¡Eres un
necio!
—se burló Gárgatus, sus ojos centelleaban— ¡Ignorante!¡Soy inmune a mi propia energía!
            U… u… u… —Sylas apenas podía hablar ni concentrarse pero su
voluntad era grande, Gárgatus era su némesis y no fallaría — ¡Utiliza lo inesperado! ¡¿Recuerdas?!
En
un parpadeo Gárgatus desapareció, su cuerpo por un instante se hizo un ente de
energía y después no quedó nada. Sylas, arrodillado y jadeante miró al cielo y
sonrió con malicia.
            —A
ver si también eres inmune al vacío del espacio, escoria Sith
—musitó
levantándose tembloroso, satisfecho por haber conseguido teleportar a Gárgatus.
Nunca antes lo había intentado con un ser vivo y desconocía si al intentarlo él
mismo acabaría suspendido  en el espacio
a varios miles de millones de kilómetros de Caamas. Atendió a la refriega; eran
pocos soldados que quedaban de Gárgatus, sus alumnos a excepción de algunas
heridas estaban todos y los Jedis de su padre, habían sufrido alguna baja.
Luego miró a su padre, quien seguía en la entrada del refugio de sus alumnos y
caballeros Jedi, su apreciada escuela—.
No has hecho nada
—dijo con amargura.
            —No
está en mi mano interceder entre las batallas del lado oscuro de la Fuerza
—respondió
él. En su mirada asomaba un atisbo de preocupación por su hijo herido. Adaresc
pensó que quizás era el momento de intentar hacerlo volver. Gárgatus había sido
derrotado, ya no había motivo para seguir usando el lado oscuro.
            —Después
de todo este tiempo
—Sylas tomó aire, relajó su alterado estado de ánimo y
abrió la mano izquierda haciendo volver a ésta el sable que Gárgatus arrojó al
otro lado del puente—, he vuelto, te he
demostrado que me preocupas
—Sylas ensambló sus dos sables, sin dejar de
mirar el suelo. No se atrevía a mirar a la cara de Adaresc, no después de
quedarse allí sin ayudarle—, que todos
mis antiguos compañeros me preocupan. Mis alumnos tenían órdenes para procurar
ayudar a los aprendices de ser necesario, incluso han evitado que sean
masacrados. Y aún así, siendo consciente de que he venido por ti, por la Orden
Jedi, has observado indiferente cómo Gárgatus intentaba calcinarme.
            Hijo mio, te agradezco tu intervención —dijo Adaresc andando hacia
donde se encontraba Sylas—, pero no ha
cambiado nada. No podía arriesgarme, en ti reside el lado oscuro y éste es
traicionero. Podrías haber intentado acabar con mi vida y entonces mis padawan
y Jedis se quedarían solos.
            Claro, los padawan y los Jedis te necesitan —afirmó Sylas alzando
la vista, helando la sangre de su padre, quien detuvo sus pasos—. Vuelvo a arriesgar mi vida por ti y por
ellos, pero sólo ellos te necesitan.
Sylas
encendió el otro sable. Miró los haces de luz azules, dejó de mirar a su padre
y por un momento quedó ensimismado con la hipnótica belleza luminiscente de los
láser.
            —Nada
ha cambiado
—repitió Sylas con calma, advirtiendo que la batalla a su
espalda concluyó— Tú lo has dicho, padre —.
Se teletrasportó a la espalda de su padre, separó el bastón de batalla y hundió
ambos sables hasta que surgieron por el vientre de éste—. Has contemplado impasible cómo Gárgatus casi me mata —con sumo
desprecio miró como su padre gemía agónicamente—. ¿Ese es el camino puro de la Fuerza? Se acabó, tienes razón padre,
nada ha cambiado. Sith y Jedi sois un cáncer, una lacra, un parásito para la
Fuerza. En efecto, algo tiene que cambiar
—tiró de ambas espadas cercenando
el torso de su padre en dos mitades, separando las piernas del tronco.
            —¡Era
tu padre! ¿Cómo has podido?
—gritó rabioso Durgan, corriendo al encuentro
de Sylas con sable en mano.
Sylas
miró significativamente a Súbitas y el testarudo togruta asintió con la
cabeza,  estiró sus anaranjados brazos y
usó la Fuerza para llevar bruscamente al Jedi hasta él. Cuando Durgan quiso
darse la vuelta para contrarrestar el ataque de éste, su garganta ya era una
fuente de sangre atravesada por un afilado puñal. Quedaban siete Jedis, el
mismo número que los alumnos de Sylas. Los Jedis se posicionaron, rodearon a
los alumnos de Sylas y este observó la escena con seriedad.
            —Hoy
es un gran día
—afirmó Sylas abriendo los brazos, dirigiéndose a sus
alumnos—. Mis pupilos, el camino de la
Dualidad de la Fuerza es más que necesaria para que la Fuerza sea una potencia
completa. Desde hoy nos dedicaremos a erradicar Sith y Jedis por igual hasta
conseguir su extinción
—Sylas advertía como sus palabras alzaban la moral
de sus alumnos, los cuales se miraban los unos a los otros eufóricos, sonriendo
y mirando desafiantes a los Jedis—.
Vuestra prueba final, vuestra graduación es hoy, mis alumnos. Bautizo nuestra
comuna como la Inquisición de la Fuerza y los Inquisidores de la Fuerza, no
conseguiréis vuestros sable como los Sith o Jedis. Sois usuarios de la Fuerza
superiores y como tales conseguiréis vuestro arma láser arrebatándosela de las
manos al Jedi o Sith que derrotéis en vuestra graduación. ¡Demostradme que
estáis preparados!
Acabado
su discurso los siete jóvenes inquisidores comenzaron la contienda con los
Jedis. Sylas los atendía, observaba sus movimientos. No había arrepentimiento,
no había dolor, ni rabia, ni tristeza ya en él. Sólo tenía cabida para la
determinación. Él y sus chicos acabarían con los arcaicos estereotipos que Sith
y Jedis habían promulgado durante siglos. En la Galaxia sólo había cabida para
los usuarios de la Fuerza completa, todo lo demás sería exterminado.

FIN.

               “Y  con esto concluye el relato Los
Inescrutables Caminos de la Fuerza. Agradecer de corazón a La Fosa permitirme
compartir mis letras con todos vosotros y recordaros que podeis chequear
cualquiera de mis obras, por mi página QuesadaFantasy en Facebook o wordpress.
Un abrazo para todos y mil gracias por leerme”

DAVID QUESADA

5 Comments

    • Me alegro que no decepcione a nadie. Aposté por crear algo que innovara un poco y eso siempre es un riesgo y más en un mundo ya creado donde hay fervientes seguidores. Haber conseguido vuestra aprobación significa mucho para mí.

    • Me alegro que no decepcione a nadie. Aposté por crear algo que innovara un poco y eso siempre es un riesgo y más en un mundo ya creado donde hay fervientes seguidores. Haber conseguido vuestra aprobación significa mucho para mí.

Desde este Blog se han detectado transmisiones de Real Fans de Star Wars. Recuerda ser respetuoso y no escribir spoilers. Que la Fuerza te Acompañe.

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