Fan Fiction; La sonrisa del Pirata

Hola a todos Supervivientes propios y extraños:
Estreno esta sección del Blog, la cual dedicaré a subir Relatos escritos por aficionados a la saga o Fan Fiction como llaman los expertos. Va con mucho cariño como siempre y espero que la disfrutéis.
Hace muchos años comenzó en la red y tras el estreno del Episodio 1, una viral muy sana, escribir historias de Star Wars. Me remonto a tiempos del IRC, a conexiones lentísimas de 56kb irreales, a poca información a tiempos semi-oscuros, porque había material pero costaba conseguirlo y no había dinero para comprar tantas novelas y muchos años menos en el cuerpo.

Entonces los aficionados comenzamos a hacer maravillas con el Word, yo fui un arduo coleccionista de ellos y os los voy a publicar en esta sección, siempre contando con sus autores.
Y muchos de esos autores son compañeros de fatigas de la casa, y recuperaremos esas transmisiones.
La estreno con el ganador del Concurso de Relato Corto de Supervivientes de Endor, allá por el año 2.000, Pedro de la Ossa Antón. Que empezó por aquella época a escribir y ahora tiene un pedazo de blog y un montón de proyectos, alguien a quien he querido recuperar y con su venia publico su relato con su anotación en la que hace una declaración de amor a esta saga.
¿Existe algo mas bonito que hacer tu propia aventura? A mi y a tantos de nosotros nos hicieron las delicias en las sombras del Episodio 1.

Espero que lo disfrutéis como yo lo he vuelto a releer estos días. Además le añado una «portada» que me ha enviado al mail. Gracias Pedro.

«Siempre
he querido recuperar este cuento y compartirlo en condiciones con sus
potenciales lectores. Lo escribí en el año 2000 con el fin de participar en una
convocatoria local de relatos sobre La guerra de las galaxias organizada
por la asociación alicantina juvenil Supervivientes de Endor. El relato fue escrito por un fan rendido de la
saga pero no por un experto en la misma, y de ahí que hubiera algunos errores
-como la exactitud de la jugada de cartas o la historia del Outrider- o fallos de continuidad, el más clamoroso de los
cuales he decidido corregir -colocar a R2-D2 enBespin junto
a Solo y compañía cuando debía estar en Dagobah acompañando
a Luke-. El cuento no descubre nada nuevo, sino que intenta ofrecer una retrato épico y legendario de mi personaje favorito
de la saga original, el contrabandista más adorable de la historia del cine.
Espero que no os asuste tanta letra y que perdáis unos minutos en este relato
que fue escrito hace casi tres lustros y que hoy vuelve a salir del limbo
virtual a la luz pública.»
 La sonrisa del pirata
Pedro de la Ossa Antón sobre caracteres creados por George Lucas
El Outrider
fue una de las naves más rápidas y conocidas de su época. Antes de la
caída de la República, durante la consolidación del Imperio como régimen
galáctico, Dash Rendar y su fragata corelliana ya eran leyenda entre
los contrabandistas espaciales. De acuerdo con su nombre, el aventurero exterior
visitó los incontables mundos que poblaban el anillo externo de la
galaxia. Fueron incontables los actos de piratería, robos, secuestros de
bellas damiselas, contrabando de materias especialmente valiosas que
fueron atribuidos al Outrider de
Rendar, toda una leyenda que se transmitía gracias a conversaciones de
taberna de pilotos. Sus peripecias eran susurradas en cualquier rincón
donde la penumbra invitara a compartir secretos, donde amparara la
difusión de un mito que no cesaba de crecer. El propio Dash se vio
absorbido por la estela de su propia reputación, y cometió el mayor
error de todos. Abandonó las cómodas fronteras del espacio exterior y se
lanzó sin pensar en las consecuencias a la lucha contra el Imperio. La
Rebelión no era en esos momentos sino una loca cruzada idealista que
necesitaba desesperadamente pilotos hábiles y osados tanto como
necesitaba naves veloces y bien armadas, y Rendar cumplía ampliamente
con ambos requisitos. Un viejo piloto, con una cicatriz morada cruzando
transversalmente su rostro y un brazo amputado, contaba una y otra vez
en una tabernucha de Mos Eisley cómo el Outrider fue alcanzado
por un impacto directo en la campaña contra el príncipe Xizor. Una
estela de fuego indicaba el rumbo de la fragata, que se ocultó tras un
planetoide cercano poco antes de explotar. Pronto surgieron los rumores
indicando que tanto Rendar como el Outrider habían sobrevivido.
De la amarga hiel de la derrota y la muerte resurgió con mayor fuerza si
cabe el mito del héroe, aunque otra leyenda se iba imponiendo entre
susurros temerosos y miradas por encima del hombro para comprobar que no
hubiera espías del Imperio en las proximidades. Sólo el nombre de Darth
Vader, señor oscuro de Sith y mano derecha del Emperador, ascendido a
comandante tras la debacle de la Estrella de la Muerte y el
fallecimiento de Moff Tarkin, uno de los más competentes y fieles
servidores con que Palpatine contaba en su ejército, podía rivalizar con
el de Dash Rendar. La imponente figura envuelta en su capa de sombras,
precedida su atemorizadora presencia en todo momento por su ominosa y
profunda respiración, la oscuridad del alma que se escondía tras ese
envoltorio semi-humano de carne y hierro, desterró de la memoria
colectiva a Rendar y la épica, para instaurar el temor, el odio.


Muchos fueron los que oyeron hablar del Outrider,
muchos los mozalbetes imberbes que hallaron en la figura del valiente
piloto un modelo a emular, una inspiración a la hora de encaminar sus
pasos. Y precisamente uno de esos muchachos, ya adulto, pensaba en
Rendar y en fragatas corellianas modificadas para viajar más rápido que
ninguna otra nave, y en cómo le diría a su amigo Lando que aquella mano
la iba a perder, y que jamás debería haber apostado una astronave como
la suya, aunque hubiese estado seguro de recibir mil manos ganadoras.
Sentados cómodamente frente a la consola de juego, degustando una copa
de hidromiel traída directamente de Coruscant, dos viejos amigos se
miraban fijamente a los ojos. En el centro del tablero electrónico había
gran cantidad de créditos imperiales, monedas de oro y alguna piedra
preciosa de las lunas de Endor.


-Me
has oído perfectamente viejo amigo. La partida de hoy se me ha dado
bastante mal, pero con estas cartas es imposible perder.- Lando
Calrissian abrió los brazos con energía y sonriendo abiertamente,
continuó hablando hacia las espaldas de su oponente.- Vamos, Chewie,
dile a este cabezota que lo deje ahora. Recogeremos las ganancias del
día y nos iremos a casa.

Desde
un rincón de la sala un gruñido cauteloso hizo llegar a Han Solo una
clara advertencia. Estaban a punto de perder muchos créditos, tantos
como para poder pasar una cómoda temporada en algún planeta del círculo
exterior, sin necesidad de trabajitos urgentes y peligrosos para aquella
babosa Hutt. Pero en la mente de Solo únicamente aparecía la cromada
figura del Halcón Milenario, la mítica nave heredera de las excelencias del Outrider.
Como algunas otras veces a lo largo de su vida, la vista de Solo se
nubló un instante antes de cometer una temeridad, una locura… o un
gesto de abierta y desinteresada heroicidad, aunque cierto es que éstos
últimos actos aún tardarían años en producirse.

-Lando,
amigo mío, tienes toda la razón, pero ya conoces a este viejo pirata de
las estrellas, y una apuesta como la que has hecho, poniendo al Halcón encima de la mesa, cuando menos se merece que destapemos nuestras cartas.

Han
apretó un botón y apareció un tres, luego un dos… La sonrisa de Lando
había desaparecido, dejando en su lugar un rictus de preocupación
indisimulada. Finas gotitas de sudor perlaban su frente. Con una suave
presión se destapó la última carta. El wookie lanzó un aullido de
alegría mientras abrazaba con sus brazos peludos a su amigo. Lando no
pudo reprimir su disgusto, dando un fuerte manotazo sobre el panel
electrónico, que despidió algunas chispas. La suerte había sonreído a
Han Solo con una de las jugadas más raras del Sabacc, la Estrategia del Idiota,
al conseguir un veintitrés literal con un dos, un tres, y la cara del
idiota, como usualmente se conocía al comodín con valor cero. Pese a la
alegría que inundaba su pecho, Solo intentó reprimir las manifestaciones
de júbilo lo máximo posible, intentando no causar más daño del que ya
había provocado a uno de los pocos hombres de la galaxia que podía
calificar de amigo, y casi el único –sin contar a Chewie- al que
confiaría su vida en caso de extrema necesidad. No lo sabría hasta años
después, pero aquella noche Lando Calrissian derramó lágrimas de dolor y
rabia en el hangar del Halcón Milenario. Con un apretón de manos
firme y un abrazo cauteloso los amigos se separaron un par de días
después. Solo, esbozando una sonrisa de triunfo pícaro y presuntuoso, se
colocó a los mandos de su nueva nave y aspiró profundamente el metálico
interior del pájaro más rápido de aquel cuadrante del universo. Cuando
la nave se elevó hacia el cielo abierto, Han hizo que el Halcón diera
varios bandazos a izquierda y derecha, una última y amarga despedida
para el hombre que envuelto en una capa gris perla permanecía estático,
solo, en el centro del hangar, con los hombros caídos y la mirada
perdida.

***

Todos
esos recuerdos eran imágenes brumosas del pasado. Hace toda una vida,
pensaba Han Solo mientras miraba preocupado el panel de mandos del Halcón.
Los dispositivos de velocidad hiperlumínica estaban fuera de servicio,
quién sabe si quizá permanentemente; el estabilizador no respondía como
debiera, y por si fuera poco la potencia había quedado seriamente
disminuida. Chewbacca continuaba frenéticamente intentando soldar en la
sentina la mayor cantidad posible de componentes estropeados. El casco
también había sufrido serios daños; había recibido impactos directos
durante la evacuación de Hoth y la huida del bloqueo imperial. Además,
aquellos malditos y persistentes cazas TIE le habían obligado a realizar
la temeraria maniobra del campo de asteroides, algo que no volvería a
repetir mientras viviera si podía evitarlo. Y encima, todo había
conducido a aquella maldita caverna… y a los mynocks. Había sido un
día para olvidar, todo lo cual se reflejaba en el tenso y serio rostro
de la mujer que se hallaba sentada a su lado en la cabina del Halcón,
la princesa Leia, la princesita guerrera, la mujer que había comenzado a
despertar punzadas de nerviosismo en su vientre cada vez que estaba
cerca de ella. Todavía le latían con fuerza las sienes, y el corazón
corría desbocado ante el recuerdo de aquel fugaz beso, un instante de
paz, y algo más, en medio de aquella debacle de Hoth y aquella locura de
la Rebelión en que se había metido casi sin darse cuenta plenamente de
lo que hacía. Maldito montón dorado de hojalata petulante. Si hubiese
llegado unos segundos antes, nada habría pasado. Unos segundos después
habría podido disfrutar de aquel momento, hablar con ella de Luke, de lo
que estaba empezando a sentir por ella.

-Tranquila
princesa. Esta nave aún puede dar algo de guerra al Imperio.-Unos
gruñidos agudos llegaron de la sentina, seguidos por la charla incesante
del androide de protocolo. Seguramente Chewie habría detectado una
nueva avería y el entrometido robot dorado no podía tener cerrados sus
circuitos de voz demasiado tiempo indicando la mejor forma de reparar la
avería o las escasas posibilidades de salir con éxito del aquel
desastre.- Ese adorable montón de pelo con garras lo tendrá todo bajo
control en unos momentos. De todos modos, creo que lo mejor será buscar
un puerto amigo o neutral para realizar las reparaciones necesarias con
el equipo adecuado. Déjame que mire en la carta estelar dónde nos
hallamos exactamente…


Las
manos de Han volaron por el panel de mando, mientras la mirada de Leia
se apaciguaba un poco, al ver la seguridad y tranquilidad con que aquel
mercenario tan desconcertante buscaba con mirada escrutadora entre los
cientos de planetas, estrellas y sistemas binarios un lugar donde
descansar y lamerse las heridas. Apoyó con calma una mano en el hombro
de Solo, notando cómo se tensaba al instante, para después, casi
instantáneamente, relajarse.

-Yo…
-comenzó la princesa titubeante- quería agradecerte que te hayas
quedado tanto tiempo con nosotros. Teniendo en cuenta el precio que
tiene tu cabeza, has sido muy generoso con la Rebelión. Además, quería
decirte…
-¡¡¡Aquí!!!
¡Maldita sea mi suerte! Hace apenas un instante pensaba en él y míralo,
ahí lo tienes, el viejo y taimado Lando Calrissian. ¡Y al frente de una
colonia minera de gas en Bespin, nada menos! La vida le ha sonreído al
bribón desde que me separé de él. ¿Qué decías, Leia?
La princesa miró a las estrellas con gesto de nuevo serio y distante. Nada,
musitó mientras movía la cabeza con lentitud a derecha e izquierda. La
oscuridad del espacio, el frío y estéril vacío estelar siempre la habían
hecho sentirse empequeñecida. Ahora, además, se sentía aislada, alejada
de Luke, el atento y dubitativo Luke, que había corrido en pos de
quimeras místicas olvidadas desde hacía décadas. La nave tomó el rumbo
de Bespin, la ciudadela de las nubes, con una suave inclinación y un
ligero ronroneo de los motores. En silencio, Solo y Organa se dirigían a
afrontar su cita con el destino, no sólo de sus propias vidas, sino de
la Galaxia entera.
***

La
estancia era fría, glacial. La estación entera estaba dominada por el
color blanco, la síntesis ciega de todos los colores. Leia miraba por la
ventana, mientras Han y Chewie seguían preguntándose qué le había
sucedido a C3-PO. El wookie le había encontrado desguazado y
desconectado en un basurero de la Ciudad de las Nubes. Había algo raro
en la colonia minera, en los extraños y mudos sirvientes mejorados
biónicamente del barón administrador de la ciudad. Y la actitud del
propio Lando… Por unos momentos Leia pensó que les arrestaría y les
entregaría a Vader, aquel maníaco torturador sediento de poder. Incluso
creyó ver cómo la pose de osado aventurero de Han titubeó por un
instante fugaz, justo antes de recibir aquel abrazo caluroso de
bienvenida que disipó la mayor parte de sus dudas. Pero C3-PO no
aparecía por ningún lado, y Han, lejos de tranquilizarse, había aguzado
su instinto de contrabandista al máximo, presto a responder ante la
menor señal de peligro. Las puertas se abrieron con un suave susurro, y
Lando Calrissian entró en la habitación seguido por su fiel mano derecha
en el gobierno de la colonia, Lobot. Han y Chewbacca levantaron la
vista de los componentes deslucidos e inanimados del dorado androide de
protocolo, y contemplaron con atención la figura elegante del viejo
amigo, del consumado tramposo y hábil superviviente que hacía años
desapareció de sus vidas. Continuaba luciendo una capa de suave tejido
aterciopelado y grisáceo color perla. Un fino y cuidado bigote
contribuía a ofrecer una imagen de respetabilidad a su oscura tez. Han
se sonrió, y palmeó el hombro de Lando.

-Vaya, Lando, viejo
amigo, menudo tinglado tienes montado aquí.- Guiñó un ojo con aire
cómplice mientras miraba a Leia, ahora de espaldas al amplio ventanal
que ofrecía una deslumbrante panorámica de las nubes anaranjadas y ocres
que rodeaban la estación.- Veo que te has ablandado con todas estas
comodidades… La verdad es que en los viejos tiempos dábamos las
gracias si podíamos dormir un par de horas en una incómoda litera entre
turno de pilotaje y guardias. Y ahora… seguro que ni siquiera eres tú
quien se encarga de establecer las guardias.


-Ya
lo ves, Solo, supe recuperarme bien de aquel revés que me depararon las
estrellas y prosperar. Tenemos aquí una colonia de gas Tibanna que
produce los suficientes beneficios como para hacer rentable su
explotación, pero no lo bastante como para llamar la atención del
Imperio.
Leia
notó un leve estremecimiento cuando oyó estas palabras, como una suave
brisa de la noche glacial de Hoth recorriendo su médula espinal.
Calrissian sostenía una de sus manos en ese instante, mientras ensalzaba
su belleza y elegancia. Hay algo en ti que no me gusta nada, amigo, y no pienso bajar la guardia ni por asomo.

Y ahora –continuó Lando- he preparado un refrigerio en vuestro honor.
Espero que la especiada comida de Bespin sea de vuestro agrado.


Precedidos
por su anfitrión, los tres viajeros dejaron la habitación y al
desmantelado androide a sus espaldas. La princesa caminaba entre Han y
Lando, que mantenían una animada conversación sobre los viejos tiempos y
sobre el Imperio. Chewbacca, algo apartado husmeaba el aire con una
afán casi animal, sintiéndose azotado por una sensación incómoda de
nerviosismo y expectación. La huida continua de los caza-recompensas
enviados por Jabba había afinado sus sentidos hasta límites difíciles de
alcanzar por el resto de wookies. Había una presencia extraña en la
estación, algo difuso oculto en los márgenes de su percepción que le
impulsaba a aullar de miedo. Con un par de gruñidos secos comunicó esa
rara sensación a su camarada, el cual le indicó con la mano que se
calmara, y continuó conversando con Lando. Leia había dejado de admirar
la funcional belleza del lugar, y observaba de reojo cómo Han se
reajustaba su chaqueta corta azul marino, cómo las brillantes botas
parecían posarse suavemente sobre el suelo en lugar de pisarlo, o cómo
su mano derecha apenas se separaba lo justo del blaster DL-44 ajustado a
máxima potencia que siempre llevaba algo caído por debajo de la cadera.

Llegaron
frente al comedor y Calrissian se colocó a un lado de la puerta. Su
mano dudó unos instantes, quieta en el aire, pero luego apretó el
interruptor de apertura. Los paneles corredizos se abrieron, dejando ver
el amplio comedor, la larga mesa con todo dispuesto… y una figura
oscura y alta, de respiración grave y sonora, enfundada en un manto de
tinieblas en el otro extremo. Antes de que Han supiera conscientemente
lo que hacía su mano había asido con fuerza el blaster y disparado dos
ráfagas a plena potencia contra aquella aparición demoníaca y
pesadillesca que amenazaba todo cuanto había empezado a vislumbrar en
los últimos días. No dejaría que hicieran daño a Leia mientras le
quedara un hálito de vida en sus pulmones. Con un ademán casi de desdén,
impasible, Vader repelió los disparos y habló con una voz de
desagradables resonancias metálicas:

-Estaré
muy honrado de disfrutar de su compañía…-Tras el lord de Sith una
figura metálica y grisácea salió de entre las sombras precedida por una
carcajada de triunfo. Boba Fett había alcanzado al fin a su presa, y Han
ya veía en su mente cómo Jabba pasaría su babosa lengua por sus labios
amarillentos cuando contemplara su cadáver exangüe en la sala de trofeos
de su palacio de Tattoine. Los pocos retazos de esperanza que le
quedaban desaparecieron entre tinieblas.

***

Los
finos sensores metálicos y puntiagudos del Scan Grid comenzaron a
brillar cuando su temperatura alcanzó los diez mil grados. Han Solo
estaba atado sobre una plataforma rectangular dispuesta verticalmente.
Los soldados de asalto habían estado golpeando duramente diversas partes
de su anatomía, en un fútil intento por extraer algo de información
útil que ofrecer a Vader en su búsqueda por hallar a Skywalker. Con el
pelo caído sobre la frente perlada de sudor, y un sabor intenso a sangre
en la boca, Solo alzó la vista para mirar a Vader. Toda su vida había
tenido una máxima: Aquel que va siempre un paso por delante de sus
enemigos, siempre estará un paso más cerca de la victoria. Y la mayor
parte de su vida había sido fiel a ese principio, sin atarse a casi
nadie, sin tener posesiones materiales que le retuvieran en algún
planetoide del anillo exterior, vigilando el siguiente paso a dar en
cada situación. Y ahora, había sido derrotado en toda regla. El Imperio
ya no estaba a sus espaldas, sino que le tenía bien cogido. Y no solo
eso, sino que también tenían en aquella maldita colonia minera todo
aquello que él amaba o que le importaba: Leia, Chewie, el Halcón,
incluso aquel maldito trozos de hojalata dorada había empezado a caerle
bien. Únicamente le quedaba la satisfacción de no ceder ante ellos, de
no desmoronarse delante de Darth Vader, de no darle el placer de verle
gritar. Vader no preguntó nada. El muchacho vendría a él, lo había
sentido en la Fuerza, y ya no necesitaba la información que el tozudo
contrabandista pudiera ofrecerle. Aun así, debía asegurarse todavía un
par de cuestiones, atar los cabos sueltos para complacer al Emperador…
y quizá todavía más, pero lo que ocultaba el futuro se hallaba
protegido por nebulosas brumas, y no podía dejar nada al azar. Aprendió
la dura lección que Tarkin recibió tras la destrucción de la Estrella de
la Muerte: nada había de confiarse al ciego devenir del destino; muchos
acontecimientos a lo largo de su azarosa vida habían sido impulsados o
motivados por otras personas, pero ahora era él el auténtico amo de su
destino, de su futuro… de las estrellas. Cuando las agujas penetraron a
nivel molecular en la carne de Han, cuando descargas eléctricas
sacudían sus células y hacían hervir su sangre, cuando los órganos
internos se vieron traspasados una y otra vez, todo atisbo de
resistencia se quebró ante las intensas y espesas oleadas de dolor que
ocupaban por entero su cerebro. No había nada más en el universo que las
luces brillantes que explotaban en su cabeza, quizá, tan sólo llegaba a
vislumbrar un par de rostros difuminados, el muchacho y la princesa. La
oscuridad de la inconsciencia alivió el sufrimiento de Solo arropándolo
con el manto del olvido.


***

La
celda era oscura y fría, vacía por entero. Chewie gemía quedamente
mientras miraba a su amigo y compañero de correrías y peleas por medio
universo, el hombre al que en último término debía su libertad y su
vida. Todo asomo de vitalidad y energía parecía haber abandonado a Han
Solo, cuyo cuerpo yacía casi sin vida sobre una plancha metálica. La
puerta se abrió dejando paso a Leia y a Lando. La princesa corrió a
abrazar el cuerpo de Han al tiempo que Chewie se abalanzaba contra
Calrissian que iba acompañado de Lobon. El amor y el odio
entrecruzándose con fuerza en el mismo lugar y momento, alterando la
percepción sensorial de los presentes, haciendo reflexionar sobre
actitudes seguidas y sucesos pasados y presentes. Una encrucijada vital
de la que dependería el futuro de todos ellos.
***

La
sala de congelación de carbonita estaba inundada por los vapores
tóxicos y ardientes que surgían de los conductos inferiores de la
cámara. Allí se almacenaba el gas y se congelaba para facilitar su
traslado y manipulación. Allí era donde Vader planeaba empaquetar
su regalo para el Emperador, pero para ello debía asegurarse por entero
de que funcionaría su plan… Y Solo sería el medio para ello. Han casi
no podía caminar, la tortura había doblegado su cuerpo y casi quebrado
su mente, pero un rincón pequeño y apartado de bravura y fortaleza se
resistía tercamente a rendirse ante la adversidad y la derrota. El
cazarrecompensas Bobba Fett discutía con Vader en un lado de la
plataforma circular. Lando permanecía en segundo término, con el rostro
cabizbajo y apesumbrado, sopesando todo lo que le había costado llegar
hasta donde estaba y lo cerca que se hallaba de perderlo todo. Había
sido un trato pésimo para la colonia minera, y aún peor para él. Chewie
sostenía con dulzura a Han, que se apoyaba contra el fuerte y peludo
brazo del wookie. A su espalda, C3-PO intentaba desesperadamente ver
algo de la dramática escena que se desarrolla en la sala, sin
conseguirlo. Leia no creía que aquello estuviera sucediendo de verdad,
que tras un desastre del calibre de Hoth pudiera llegar otro aún mayor,
la pérdida del hombre que amaba sincera y plenamente, el heroico y
altruista luchador oculto bajo la dura cáscara de un contrabandista
cínico y sin escrúpulos. Los soldados de asalto los separaron sin
contemplaciones, con rudeza. Aún así, separados apenas unos centímetros,
rodeados de aquellos chorros de ardiente vapor, prisioneros del
Imperio, Leia y Han lo dejaron todo detrás, ignorándolo por entero,
concentrando toda su atención el uno en el otro. Leia adelantó su mano y
acarició la áspera mejilla de Solo con dulzura, mientras pugnaba por
contener las lágrimas. Con voz entrecortada, ahogada, surgida de lo más
profundo de su ser, dijo:

-Te quiero.


Han
no sabía como actuar. Todo estaba perdido. El muchacho llegaría pronto a
una estación espacial completamente tomada por el Imperio, con una
elaborada trampa dispuesta contra él, y con Vader el despiadado al
frente de todo. Para él se había acabado. No había esperanza alguna,
pero aún entreveía algún leve resquicio en aquella situación mortal. El
arrojo de Chewie, el brillo taimado en los ojos de Lando que llevaba
viendo los últimos minutos, y la endiablada suerte de Luke, quizá
propiciada por la vieja religión de los Jedis, la Fuerza… Si todo
salía bien, no quería que Leia lo recordara derrotado, vencido. Situado
ya sobre la plataforma de congelación que pronto comenzaría a descender,
erguido por entero, extrayendo de manera agónica los últimos resquicios
de energía que pudo hallar en su maltrecho cuerpo, esbozó la cínica
media sonrisa que le había convertido en un piloto popular en la mayor
parte de tabernas de la galaxia, y miró con fijeza a Leia, mientras
hablaba con voz firme, sin titubear ni una sola vez.


-Lo sé.

Y
con estas palabras la figura de Han Solo desapareció entre un repentino
estallido de gases, entrando para siempre en el panteón de los mitos de
la rebelión y las leyendas del espacio, sin saber, sin soñar siquiera,
que aquello no era el final de todo, sino el principio de muchas otras
cosas.


2 Comments

  1. Mola muy buen aporte, siempre he dicho que las historias de los aficionados en muchas ocasiones tiene hasta mayor calidad que las novelas "canon" y tienen muchos más detalles y coherencia.

    • Gracias por comentar Nacho, sin vosotros esto es imposible. Y darle las gracias a Pedro otra vez por cedernos su trabajo.
      El fan fiction tiene buenisimos puntazos.
      Molo escribio "Relatos de la base Eco", uno de los mejores para mi.
      Paco Villa tiene los Relatos de la Academia Jedi, vieja escuela.
      Arbues tenia su Seubra y su Escuadron Negro de lo mejor.
      Yo tambien tengo algun aporte, quede finalista en este concurso jejejej y Jason tiene cosas interesantes.
      En fin voy a ir poniendo relatos y empezare por esta santa casa, luego traere alguna cosa de fuera que creo que merece la pena.
      Y para mañana; FAN FILMS empezamos OTRA Seccion.

Desde este Blog se han detectado transmisiones de Real Fans de Star Wars. Recuerda ser respetuoso y no escribir spoilers. Que la Fuerza te Acompañe.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.