LOS INESCRUTABLES CAMINOS DE LA FUERZA

Hola a todos ¡Real Fans!, muy en línea de la última entrada
del blog,  sobre ese maravilloso Fan Film
del tenebroso Darth Maul, recuperamos una sección Fan Fiction, de la mano de un
amigo y compañero de batallas, y nunca mejor dicho; David Quesada, nos presenta
el primer capítulo de unas aventuras ambientadas en nuestra querida galaxia muy
muy lejana, nos promete aventuras y unas grandes batallas narradas con talento.

Sobre el autor: David Quesada es aparte de gran aficionado a
Star Wars, es coreógrafo de esgrima medieval, cosplayer del lado oscuro,ha escrito «Crónicas de Goriem: Legado de sangre», «Pandemia A.V». y «La pluma de los sueños» entre otras. Traerá más aventuras basadas en nuestra saga favorita, si queréis
mandarle alguna pregunta, comenta este post o puedes enviarle un mail.

Os dejo con su maravilloso relato cargado de acción y aventura.

LOS INESCRUTABLES CAMINOS DE LA FUERZA

CAPITULO I: EL SACRIFICIO

Año 428 DBY. Tras años de dificultades y casi acabar extinguida, la Orden Jedi decretó dividirse en cinco escuelas ocultas y repartidas por toda la Galaxia, dificultando así ser localizados por sus enemigos. Han pasado diez años desde que se tomó tal decisión, y el crecimiento de la Orden ha sido fructífero, pero una nueva amenaza se ha despertado. Los Sith, en su infinita codicia, han desencadenado otra guerra contra La III República. La facción ha desplegado sus fuerzas en dos contiendas; tomar posiciones estratégicas por toda la galaxia y localizar y exterminar a los Jedis. A Adaresc, es el maestro Jedi de la escuela en las tierras de Veid, en el planeta Wogah le preocupaba enormemente la situación, los Sith estaban atacando con furia. Desde su declaración de guerra, no había pasado ni un mes y consiguieron arrasar la escuela del maestro Mordecai en Alderaan, y también con la de maestra Alastia en Bespin. Sólo quedaban tres escuelas de la Orden Jedi. Adaresc apoyó las manos sobre los hombros de su hijo Sylas, sin dejar de pensar en la alarmante situación. Él fue su primer padawan y demostró con creces ser el más avanzado de todos los siguientes

 

—Padre, tranquilo —respondió Sylas tocando el dorso de la mano de su padre—. Estamos muy bien escondidos, tanto tus caballeros Jedi como los padawans estamos seguros bajo tu tutela.

—Me conmueve la fe que depositas en mí, hijo mío —respondió él suspirando—. Pero las naves de los Sith están desplegándose por toda la Galaxia, y pronto debemos actuar, antes de que consigan acabar con todos los padawan y gran parte de los Jedi de la nueva Orden.

El emisor holográfico parpadeó, era la llamada que estaba esperando.

—Saludos, maestro Adaresc Enut.

—Saludos, maestra Miralba Nader—respondió él haciendo una reverencia—. ¿Cuál es la situación?

—Todavía no tenemos noticias del maestro Moonstriker, hemos perdido toda comunicación con su escuela pero no debemos alarmarnos, las dunas de Boz Pity suelen sufrir fuertes tormentas de arena que cortan las comunicaciones durante días.

—Si no tenemos el amparo de la Nueva República acabarán dándonos caza como a Mordecai y Alastia—señaló con acentuada preocupación—, deberíamos reunir a los padawan y dejarlos protegidos en alguna ciudadela de la República hasta que consigamos normalizar la situación —Adaresc observó la imagen holográfica de la maestra y antigua compañera. Ella también mostraba gran preocupación—. ¿Qué es lo que te aflige? Algo no me estás contando.

—Adaresc, dudo de que la situación mejore, no estamos en condiciones de hacer frente a los Sith hasta que no tengamos el apoyo incondicional de la Alianza, y están demasiados preocupados en las escaramuzas que libran contra los Sith como para atender la protección de nuestros aprendices o escuelas. La historia de la Galaxia nos cuenta que han habido otras guerras contra el Imperio y los Sith, donde finalmente se ha conseguido mermar sus intenciones pero… tras investigar concienzudamente, creo no equivocarme al decir que en esta ocasión, los Sith están mayormente preparados; sus tropas, sus lords y sus naves son muchas y muy bien preparadas.

De repente, Adaresc percibió una vibración, una punzada fría, etérea. Miró a su hijo, el cual también lo percibió.

—Nader, creo que estamos en peligro, he percibido una perturbación en la fuerza, los Sith están cerca.

Como si su preocupación hubiese llegado hasta oídos de sus aprendices en el piso inferior del refugio, llamó uno de ellos con fervor a la puerta, con urgencia.

—Adelante.

—¡Maestro! ¡Maestro! —exclamó uno de sus aprendices, temblaba y su rostro estaba pálido.

—¿Qué es lo que ocurre, Durgan?

—Se acerca una nave, no sé de qué tipo es, pero parece de guerra.

—Rápido, reúne a todos tus compañeros, como hemos practicado cientos de veces, debéis esconderos en los pasadizos interiores de Bubanir.

Adaresc, junto con su hijo y Durgan, corrieron pasillo abajo hacia la sala de entrenamiento, donde se encontraban el resto de padawans entrenando con los pocos caballeros jedis que él mismo había instruido. Eran un puñado de jóvenes, muchos adolescentes, otros no pasaban de los ocho años.

—Padre, está cerca —aseguró Sylas.

—No está cerca hijo —respondió Adaresc deslizando sus dedos sobre el sable laser—. Está aquí.

Las puertas se desgajaron hechas jirones por los blaster de los soldados que dispararon desde el otro lado. Entraron y se posicionaron, apuntando a los jóvenes aprendices algo conmocionados por la repentina situación. Los jóvenes jedis alcanzaron sus sables, esperando el ataque de los intrusos.

—Nada mejor que un agujero profundo y oscuro para un puñado de ratas —se propagó una voz rasgada y profunda por toda la sala. Entró un hombre, de piel negra como el azabache y ojos amarillos cuales el ámbar. Su sonrisa helaba la sangre— Al fin encuentro al Maestro Adaresc Enut y su comuna de pequeños insectos.

Adaresc saltó desde donde estaba, aún lejos de sus aprendices, aún lejos del lord Sith. Todo pareció pasar a cámara lenta. El Sith desenfundó dos pequeños sables, eran del tamaño justo de su mano, dotados con nudilleras de hierro mandaroliano que protegían los dorsos de sus mano. Antes de que Adaresc consiguiese llegar abajo, el Sith partió en dos a uno de sus aprendices más jóvenes. Movidos por la ira, los jedis armados se lanzaros sobre él.

—¡No! ¡Deteneos! —exigió Adaresc corriendo, pero sus voces no fueron escuchadas.

—Cuanta floritura para tan poca efectividad—dijo el Sith ante las fintas y embates de uno de los Jedi. Evidentemente no eran más que novatos sin experiencia en campo de batalla. Pronto consiguió hundir una de sus hojas láser mientras bloqueaba un ataque descendente de este.

—¡Escoria Sith! —gritó otro jedi, atacándole por la espalda.

El Sith no pudo parar con la hoja el ataque pero lo hizo con el protector de su mano. Con un rápido movimiento, envolvió el arma del padawan y atravesó la garganta de éste.

—¡Basta! Darth Gárgatus has venido a enfrentarte contra mi—dijo Adaresc poniéndose delante del resto de sus alumnos. Sylas estaba detrás de él, con su bastón láser preparado. Adaresc, miró de reojo a su hijo—. Sylas, llévatelos.

—Padre no…

—¡He dicho que te los lleves!

—Sí, haz caso a tu padre, verás cómo se divierten mis soldados haciendo prácticas de tiro—Gárgatus cruzó miradas con Adaresc, estaban midiendo las distancias—. Solo puedes salvar sus vidas de una manera: matándome, maestro Jedi. Y eso no va a ocurrir hoy.

Gárgatus giró lanzando un ataque con cada espada. Se movía con vertiginosa velocidad. Adaresc consiguió bloquear uno y esquivar otro. Contraatacó buscando el costado de éste, pero el Sith absorbió el golpe con su espada derecha y estocó con la izquierda. Adaresc se agachó, giró y dio una patada en el pecho al enemigo. Gárgatus lanzó ambas espadas desde arriba, obligando a Adaresc a protegerse.

—Eres demasiado predecible, Jedi—dijo Gárgatus descargando una patada sobre las costillas de Adaresc, para después realizar un golpe ascendente con la espada izquierda. El maestro Jedi esquivó el golpe y realizó un corte horizontal a las piernas del Sith—. Poco original, nada efectivo—saltó por encima de Adaresc, ganó su espalda y consiguió herir el hombro izquierdo de él, pero el Jedi, realizando un giro rápido de su arma, también le hirió a él en la pierna—. Maldito…

Adaresc salió despedido por los aires, Gárgatus estaba haciendo uso de la Fuerza para alejarlo. Adaresc confrontó su poder al de él, liberándose de la presa que lo empujaba, pero éste descargó una ráfaga eléctrica que pronto lo dejó hecho un ovillo en el suelo.

—¡Señor! ¡A su espalda!

Gárgatus atendió al soldado. El hijo de Adaresc lanzó un rápido golpe horizontal con uno de los filos de su bastón laser.

—¡Sylas detente! —exclamó Adaresc casi sin voz, convulsionándose en el suelo.

Gárgatus sonrió, atacó repetidamente con sus dos espadas al muchacho y éste le seguía el ritmo, pero iba perdiendo terreno.

—Percibo el miedo y la ira en ti. Vamos, úsalos—dijo Gárgatus estocando con ambas armas. Sylas saltó cortando en diagonal, obligando a Gárgatus a agacharse.— Luchas bien para ser un Jedi, pero no lo suficiente como para evitar la muerte de tu padre, mocoso —Con un movimiento de cabeza rápido hizo uso de la Fuerza lanzando al muchacho sobre los otros padawans. Gárgatus se dirigió de nuevo hacia el maestro Jedi, quien intentaba ponerse en pie con penosos resultados— es el momento de morir, discípulo de la antigua casta Skywalker.

—¡Noooooo!

Una oleada eléctrica sacudió la espalda de Gárgatus haciéndole caer de bruces. Se levantó rápidamente, con los músculos temblorosos y el orgullo dañado. Miró fijamente al muchacho. El hijo del maestro Jedi, estaba agotado y furioso. Fue él quien le atacó utilizando el lado oscuro de la Fuerza en un intento por detenerlo.

Sintió su miedo y la sed de sangre en él.

—Debería matarte por tal osadía pero vamos a hacer una cosa, jovencito. Hay un poder latente en ti y yo estoy dispuesto a hacerlo brillar.

Adaresc atacó de nuevo a Gárgatus, éste esquivó los tres primeros golpes, el cuarto lo bloqueó con el protector de su mano izquierda y atravesó el costado del maestro Jedi con el sable derecho. La luz purpúrea de su espada chisporroteaba, quemando la carne, entrando lentamente en el cuerpo del Jedi.

—En tus manos está la vida de tu padre y de los patéticos críos que están a tu espalda, mataré jóvenes Jedis como padawans por igual —dijo Gárgatus girándose hacia Sylas, quien estaba de rodillas en el suelo todavía recuperándose.

—Señor, las órdenes son…

—Las órdenes aquí las doy yo —respondió furioso al soldado.

—Jamás me uniré a los Sith.

Sylas giró su bastón, atacó a Gárgatus. Estaba afectado por la descarga pero no fue lo suficientemente potente, y gracias a ello podía moverse con presteza. Golpeó al muchacho con el codo para apartarlo y éste descargó un golpe a su cabeza. Gárgatus cruzó sus espadas para bloquear y el muchacho, manteniendo el extremo de su hoja en contacto con las del Sith, Sylas activó un mecanismo que separó su bastón, convirtiéndolo en dos sables. Rápidamente estocó al corazón. Gárgatus consiguió esquivarlo pero aun así el láser azulado del muchacho rozó su pecho, generándole una generosa quemadura. El hijo de Adaresc tenía chispa, la Fuerza era latente y poderosa en él. Lo levantó del suelo usando la Fuerza, comprimiéndole el pecho, dificultándole la entrada de aire y ocasionándole dolor y sofoco.

—Si te vienes conmigo les das la oportunidad de huir, si luchas te mataré y luego acabaré con tu padre y sus pupilos.

Gárgatus liberó al muchacho. Al caer de rodillas, Sylas se llevó las manos al pecho y clavó sus ojos azules en los amarillos de él. Luego observó a los infantes. Sus compañeros, negaban con la cabeza mientras que los niños sencillamente estaban aterrados con todo lo que estaba ocurriendo.

—De acuerdo, prométeme que nos alejaremos de aquí y que ninguno sufrirá ningún daño.

—¡No Sylas!

—Padre —empezó a decir él con lágrimas en los ojos, extendiendo su mano deteniendo las réplicas de su padre—, maestro, hace tiempo se me enseñó que un Jedi se sacrifica por un bien mayor, por proteger a los inocentes sin importarle si pierde la vida en ello, pues su vida está forjada para defender la paz y la justicia.

—Vaya qué emotivo ¡Vámonos antes de que me arrepienta! —exclamó Gárganus.

—Primero retira a tus hombres y espérame fuera,—replicó Sylas apretando los dientes—quiero despedirme de mi padre y mis compañeros.

—Vas a conseguir que me emocione —respondió el Sith con sorna—. Tienes cinco minutos. Si no has salido en ese tiempo reduciré el refugio a cenizas.

Sylas ayudó a incorporarse a su padre mientras el Sith abandonaba la sala. Pronto todos los jóvenes aprendices los rodearon, alborotados, nerviosos y escandalizados.

—¡Callaos! —exclamó Sylas— Ahora vuestra prioridad es cuidar del maestro y escapar de este planeta lo antes posible. Yo me iré con el lord Sith y cuando tenga la más mínima oportunidad intentaré matarlo, si no lo consigo, al menos moriré sabiendo que logré daros más tiempo.

—Hijo mío, no lo hagas—Adaresc cogió con ambas manos la cara de su hijo—. Usará el atractivo del lado oscuro para procurar seducirte, corromperte y finalmente hacerte como él.

—Padre, siempre te llevaré en mi corazón. Tus enseñanzas y valores. No hay nada que pueda mostrarme para que me haga olvidar eso. Todo lo que intente enseñarme, lo volveré en su contra —Sylas abrazó a su padre efusivamente, conteniendo las lágrimas—Ahora debo partir, padre. Tengo miedo, pero sé que con mi sacrificio, todos vosotros podréis vivir.

CONTINUARÁ…

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